Poesia a Cop d'Ull 2025
Poesía a Cop d'Ull, edició 2025
Junto a la orilla
Fotografía de Maite Jou i Turallas: Vora la vora, Ebre.
Recitativo de Palinuro. Giuseppe Ungaretti.
La astillada barca brotó de la ribera,
en el hálito pausado de los légamos,
donde se detiene la hora, sin pagar
la ofrenda de estos vastos paños
que por los cielos se extienden.
Estandartes de luz que no se apagan
llevaba esta barca: el resplandor
de un rostro que mojaba su perfil
donde guarda el Ebro su silencio.
Reposa el cielo alto bajo mantos y azules,
camina y hunde la arcilla de los días lejanos,
que arremolinada en las cañas se disuelve.
La barca fue, quedó orillada la barca
en una eternidad anegada de ranas.
Flotaría aun sin agua, sin tiempo,
sin espacio, sin luz, su cuerpo roto
sin carpintero. -Sus tablones exhalan
aliento dormido de pez. Encorvado,
el calor se escurre entre los juncos.
Debilidades (Inspección de la ruina)
Fotografía de Francesc-J. G. Rabella: Febleses
“Entramos a otra luz, a otro silencio.”
Andrés Sánchez Robayna.
El olvido danza infinitos ciclos en el
oratorio del polvo. Sin rostro observa
un vacío encauzado al horizonte.
Nada se mueve, la vida está encaramada
en sus techos, tejidos de viga y sombra.
Al ingresar en el lugar que ya no ocurre
-la puerta en su justa proporción:
tres partes de ancho, cinco de abismo-
se respira un silencio que dejó de repetir,
calla un silencio que la intemperie ahoga.
Porque -mudo- el silencio es otro idioma,
su vibración da sinsentido a la niebla
de un cuadro que trepa por la pared.
Luz de quebrarse en insondables espejos,
vigas que no son venas y sin sangre laten,
que no son tendones y sin deseo se tensan.
Ciego está el ojo que cuelga de una lámpara.
El abandonado faro de la noche contempla
-con un rostro de tres ojos-
cómo la claridad se amotina en la extrañeza,
ecos informes que arrastran una luz.
Caído el aire, sólido se vuelve, grávido,
deshecho, observa actos y ademanes,
costumbres que en el ladrillo persisten.
Descascarada la cal gime en la grieta.
Entra por tres vanos, residual y vagabunda,
la mirada cegada por la costumbre.
No hay signo que soporte el volumen
sin mensaje del aire, el peso del instante,
la recusación de la luz.
Entre dues aigües
Fotografía Maite Jou i Turallas: Punta del Fangar.
Aquí on s’acaba tot
mai és de la mateixa manera.
Mai més el blau i el verd
i, al mig, una llengua.
Rodolar com un udol
en el trencament
dins la quàntica escletxa,
-el hack geogràfic,
el bucle magnètic-
confonent les teves cendres
amb la pigallada terra.
Qui havia de preveure l’epitafi:
desfetes en aigües deltaiques
encavalcaments salvatges
a la batalla dels corrents
on s’amaren les ànimes.
Oh, però altre cop aquest bruxisme.
M’he descobert mossant
la paret de l’horitzó.
Fotografia Francesc-J. G. Rabella: Pink dressed girls.
Passar desapercebuda:
un sistema operatiu de sèrie.
Besamans al senyor,
fer la fila
–Sí, sí, sí–,
soc tan suau
que semblo
de cotó.
L’esclavatge
d’escoltar-vos
fins a la fi.
Deixar-se mirar.
Atrevir-se a l’entusiasme.
I ser una lloca
i una freak
i entrebancar-me
amb l’error
i ser una ximple rematada
i riure amb totes les dents
i disfressar-me de fada
i molestar-te i escopir
i rascar-me l’entrecuix
i fer una mica d’urticària
no és de mala educació
sinó una rebel·lió silenciosa
contra els bàrbars.
Desprogramar l’algoritme
i plantar el jou a terra
que després de tants segles
cobertes de negre
ho volem a tot color.
«Lo que tú hubieras sido
ha quedado en el aire
perdido en el tiempo”
(José Agustín Goytisolo)
A Laia
Hacia la Antártida
Desde Tierra del Fuego.
Hacia el Cáucaso
Desde Nigeria.
Peregrino de montes.
Lazarillo de buques.
Tenaz cartujo de la Luna.
En tierras inexploradas
germinarán recuerdos.
Fotografia de Francesc-J. G. Rabella: Subway-1
La soledad es
una rosa entre la maleza
el suicida en el corralito
un niño sin padres ni hermanos ni familia
bajo los escombros de Gaza
el occiso sepultado por la nieve
un mendigo en el bulevard
del centro comercial, sábado por la tarde
el inmigrante apaleado
por una jauría de energúmenos
un hombre en el andén del suburbano
que regresa del hospital.
Y tú no estás.
Para que ahonde en el anhelo
—y expulse
el decir como punta de lanza
hasta el nombre, elevándose —
abrir una vía en la materia oscura.
Arriba, tan solo un no-lugar
de torre clausurada, el límite
abrupto y el vacío impracticable.
Abajo, el olor a humedad, la negrura
informe, el empeño incomprensible
de ascender.
En tránsito, a través de los arcos,
una luz tenue, los cantos
afilados de la piedra, cauce
vertical, y las pausas
programadas de los rellanos.
La reverberación, aire
silbando en la oquedad, puro
desplazamiento, el ir y venir
de un sonido que se multiplica
en un espacio abierto, la escurridiza
letanía de la nada.
Fotografia de Francesc-J G.Rabella: Buda-Chess.
Abadon seu damunt la cúpula cònica del palau, fora de càmera. S’aboca, satisfet, des de l’abisme. Contempla l’escena ordenada segons la dialèctica del joc, pulcre llenguatge sense cos. Com una manxa, insufla moviment, poc o molt d’estratègia, poc o molt d’atzar, als jugadors obcecats, un impuls cec que els mena. Els envolta l’aire estantís, les veus en sordina de turistes atordits per la bellesa plàcida d’un cel dominical. Res és real si no és dins el marc i, en el tauler, cap referència a qui, ni a on ni per què, pulcre llenguatge sense cos. Rere el plec, les llagostes roseguen afamades les vores del present.
GUSTAVO VEGA MANSILLA
Los maragatos, en la frontera del tiempo.
Fotografía de Maite Jou: Castrillo de los Polvazares.
¡Maragato!
En la falda derramada del Teleno, se alza la sombra de un arriero al alba.
Se guía por los arpegios del viento. A cada paso, despierta el eco
de una estirpe de cuna incierta -¿celta, sueva, judía, mudéjar…?
o tenue luz de luna clara-.
¡Aaarrreeee!
Por siglos los maragatos cruzaron sendas de polvo y silencio, soles en vela y lunas heladas. Rutas ya olvidadas en mapas de Españas tejidos por almas desveladas. Caminos tatuados de herraduras desgastadas y de leyendas
sin voz que aún respiran.
¡Sooooooo! ¡Muula!
En su casa —pétrea crisálida— de piedra, losas y canto rodado,
el maragato sueña sueños de tierras y olvidos.
Un gato, tan solitario como su dueño, vigila la entrada con ojos de estirpe,
con hilachas de silencio y orgullo. Huele el latir del cocido,
el hervor de los garbanzos del alma. Primero el alma, sí,
luego el cuerpo y sus antojos y después… la memoria.
O todo al mismo tiempo.
Y aunque ya no se oye ¡Aaarrreeee! ¡Muula!
en la Maragatería la historia se mastica como pan duro… pero sagrado.
Sus ritos y danzas son ecos antiguos enraizados en cada piedra.
Un recuerdo de ancestros con el alma libre y, al mismo tiempo, cautiva
de su propio vuelo.
Maragatería: útero de rutas, vientre de una estirpe sin dueño,
de hombres con oro viejo bajo las uñas y una dignidad que no se vende.
Aquí, los relojes no miden el tiempo, miden la terquedad,
la pura lealtad y los milagros.
Aquí no mueren los que se van: se evaporan en caminos fundidos
entre la bruma de otros nuevos destinos.
Las viejas casas y sus historias,
hoy, son un atractivo turístico.
Un decorado… para ojos pasajeros.
La pausa del repartidor.
Fotografía de Francesc-J. G. Rabella: Pausa
Pausa. En una esquina del día,
un muchacho se pliega junto a su bici cansada,
a la sombra de su propio silencio que le pesa
más que la tarde.
Entre entrega y entrega, la pausa es su refugio,
es como un largo parpadeo
en medio del rumor de la ciudad, ese monstruo
que bosteza entre puertas semiabiertas o cerradas
que murmuran sueños antiguos y extraños.
Tras él, la geometría de una puerta cerrada
como un acertijo mudo que pareciera buscar
¿Una cerradura al infinito? ¿Un mapa sin idioma...?
respuestas.
Mira el teléfono móvil como quien mira un abismo.
Es el testigo mudo de palabras que no llegan,
de sueños que esperan.
¿Espera algo? ¿O se espera a sí mismo
en la curva de una notificación?
Nada suena, pero el asfalto le murmura
insoportables algoritmos de hambres y deseos
envueltos en plástico o aluminio.
Sobre el portaequipaje, un cofre cerrado.
¿Una pizza? ¿Un corazón roto
envuelto en papel de plata?
¿Un mensaje aún no leído?
Nadie lo sabe.
El muchacho siente que una pausa
es más que descanso: es una rebelión sin gritos,
o, simplemente, escuchar el propio latido,
la propia alma respirando bajito
como si el universo, por un momento,
le pidiera silencio.
Pausa.
MARIA ANTÒNIA MASSANET
Fotografia de Maite Jou i Turallas: Alquímia. Praga.
pensar en l’alquímia
com en una sort
de desig d'escriptura
trobar una fórmula
com trobar una frase
on tot pot esclatar
perill de deflagració
el detonant
pot ser talment un mot
entre ombres
purificar el metall
fins a fer-lo més noble
i qui no vol esmerçar-se
en l’esperança de la millora
i de la transformació?
una mena de màgia del passat
en aparença soterrada
que fa somiós
un present de clarobscurs.
en els carrers més luxosos
s’hi amaga el revers
de la pobresa més atroç
al carrer de la Desgràcia
sorgeixen efluvis de realitat
materialitzats en la més pura misèria
reflexe opac de la brillantor del dia
cec mirall de la nit a venir
i així i tot afloren somriures
i s’arrapa l’esperança a la pell
com una cort de paparres
a un llom de ca
i passa a passa
la vida s’obre camí
entre pampallugues
d’espira i ombra
sense llei ni límit
a la Barcelona del desig
CARLES RIBÓ
Fotografia Maite Jou i Turallas: Porta vella.
En aquells anys, la fosca
era més densa, espessa,
gairebé impenetrable.
Assetjava les cases,
reptava fins el llindar
i tustava la porta.
Dins, a l’ombra del foc,
la mare feinejava en bata,
el pare ronsejava a taula
i la padrina, endolada,
enfilava mil històries
que serpentejaven
en la penombra.
D’aquell món només me’n resta
la porta de pell resseca,
tornaveu
de tots els records
que el temps havia extraviat.
Fotografia Francesc-J. G. Rabella: Amo fidel.
Degoten lentes les hores grises...
En el mirall eteri de l’instant
flota un mateix pensament.
Els cors vibren compassats
en la densitat de l’aire.
El desig s’aferra a la fugacitat
de sentir a prop un altre cos
que fa olor de terra i absència.
El silenci sutura
amb puntades de fragilitat
la carn que batega, serena.
Les mans, mudes, acaronen
la llum tènue del capvespre.
Les pupil·les, abans abrusades
per la solitud que declina,
ara traspuen el goig
de la fidel companyia.
MONTSE ORDÓÑEZ
Fotografía de Maite Jou i Turallas: Ebre Baix.
Es aquí donde el vértigo de lo cotidiano muere
donde la verdad de los hombres se detiene
donde la fe regresa y se hace grande
esa luz que lo atraviesa todo
permea lo oculto
detiene el tiempo y lo expande
Ahí te detienes aguardando el beso de la madre
esperando que la vida sea justa
saldando las cuentas con los errores
haciendo de lo pequeño un hallazgo
respirando con los ojos a través de los juncos
llenando el corazón de optimismo
como si un plato de sopa
te salvara de los inviernos rusos.
Cambiarse de sitio.
Foto de Francesc-J. G. Rabella: Calma a Andrassy Út, Budapest.
Es ese cielo marchito que inunda el espacio y lo sacude
levanto los ojos y miro su extensión
es similar a las carpas de circo abandonadas
donde la soledad parchea
y campa a sus anchas.
Bajo ese gris todo se amilana
sucede como en el amor de los años
que has de cambiarlo de sitio para que no se extinga
la quietud de la calle es como la infancia sin viento
y el silencio que se respira
oculta la mentira y la trampa
el silbido de un mundo que se acaba.
Es en ese vértice de mapa
donde me gustaría estar
apaciguando mis ruidos
llenando de gris
el último resquicio de esperanza.
JOSEP ANTON SOLDEVILA
Fotografia Maite Jou i Turallas: El camí.
Un glop de la cantimplora,
no fa gaire plena del temps,
em cal per aquesta pujada desconeguda
que potser porta al cim que corona la llum,
que potser porta a la pau obscura del no-res.
Fa ja molt que transito pels grisos espais
que a banda i banda m’escorten.
Arribar o no arribar ja no és motiu
perquè jo volia ser la casa i vaig ser el camí.
Fotografia de Francesc-J. G. Rabella: Autoretrat.
La vida era una promesa de noms,
un paisatge de portes per obrir.
Ara la finestra s’ha fet mirall,
una imatge que es revolta
en la seva quietud silenciosa.
Hi albiro bocins d’imatges i d’històries,
de mirades.
Esglais tossuts que furguen en els ulls
i la memòria,
perquè el no passat és el pitjor record,
mai no envelleix ni cicatritza.
La porta de cristall,
en aquesta boira de moments
aguaita una vida aturada,
el món absent de ser un altre.
Fotografía Maite Jou i Turallas: Meteora
En ese instante que todavía respira,
entre la última luz y la primera sombra,
guardamos todo lo que no dijimos.
Y hoy me gustaría saber
que el tiempo que pasamos
no fue una esperanza vana.
Que los árboles que podamos
se convirtieron en bosques
y que las flores crecieron,
también lejos de casa.
Que desde las ventanas
se ven todavía amaneceres
y siluetas borrosas surcando la luz.
Y aunque la noche no recuerde,
esa tierra seca y oscura
guarda el calor de nuestros cuerpos,
y el aire susurra nuestros nombres.
Fotografia de Francesc-J. G. Rabella: Subway-2.
Se irá mi sombra, pero yo me quedo. Carolina Coronado
Se marchará mi sombra
de la memoria del andén;
avanzarán los días
llevando en mis manos
un silencio largo.
Hablaré de inviernos,
de trenes que se fueron
buscando otra estación.
No miro a nadie
porque no hay nadie,
solo el eco de un nombre
que no recuerdo,
y un frío que no es del aire
sino de algo más antiguo
que la estación misma
y no sé nombrar,
como si fuera llanto,
como si fuera brisa,
como si fueran voces
de niños jugando
antes de partir,
pero en el silencio
queda un hueco
que nadie va a llenar
y miro alrededor
como si el andén
fuera el último refugio
donde quedarse,
el único que recordar,
aunque no pertenezco
a este lugar,
ni a esta hora.

















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